Los Chamanes del Mundo Real
Por Víctor Sánchez
Nota: Este artículo ha sido publicado con un título diferente en la revista Magical Blend, número 69 (primer trimestre de 2000)
Durante los últimos veinte años, el chamanismo ha pasado de ser un tema importante para los antropólogos que participan en la investigación cultural, para convertirse en un tema atractivo para los no especialistas interesados en la sanación y crecimiento espiritual.
Dado que la palabra «chamanismo» ha trascendido su origen en los pueblos indígenas de Siberia y se utiliza de modo generalizado por los miembros de las sociedades urbanas modernas, es conveniente explicar brevemente la forma en que debmos entender esa palabra y la forma en que yo la utilizo en el contexto de mi trabajo.
Desde una perspectiva superficial, chamán es la persona que tiene el conocimiento y el poder para hacer frente a las fuerzas sobrenaturales, la mayoría de las veces con el fin de sanar. Esas fuerzas sobrenaturales podría ser espíritus, dioses, entidades, energías, o incluso Dios.
En un principio, nuestro interés por el chamanismo tenía que ver con la fantasía de conocer a un «chamán real» para ser sanado o bendecido por sus poderes sobrenaturales. Con el paso de los años, nuestro interés en el chamanismo ha cambiado: ahora queremos ser los chamanes para curar a otros y sanar el mundo. Libros, talleres y seminarios sobre el chamanismo, dirigidos a ese objetivo, se ofrecen ampliamente en todo el mundo. Muchas personas están leyendo los libros y asisten a talleres con la fantasía de convertirse chamanes, obtener poderes y solucionar así la eterna necesidad de dejar de ser «nadie» y, finalmente, convertirse en «alguien». Esta búsqueda es otro ejemplo de la clase de cosas que estamos dispuestos a hacer debido a la falta de sentido en nuestras vidas.
Es interesante notar que para el hombre moderno, la idea del chamanismo se relaciona con la idea de poder. Poder para sanar, poder para cambiar los acontecimientos de la vida, poder para atraer la lluvia, la buena fortuna, etc
Mi experiencia entre los pueblos indígenas de México, a los que llamo «los toltecas sobrevivientes», me ha mostrado una perspectiva muy diferente. El chamanismo se relaciona con la idea de servicio, más ue con la idea del poder. Los chamanes de carne y hueso que he conocido son reconocidos por su compromiso al servicio de sus comunidades como su principal característica. Lo que los hace extraordinarios, no es la grandeza de su poder, sino su enorme vocación de servir a los demás sin pedir recompensas. Ellos no cobran por su trabajo. En lugar de tener ingresos como resultado de sus actividades como chamanes, son los más pobres entre los pobres, porque además de trabajar tan duro como los demás para ganarse la vida como campesinos, invierten una gran cantidad de tiempo y energía trabajando en el servicio de su las comunidades.
Debido a que he sido testigo de su extrema generosidad y nobleza de espíritu, he sido siempre renuente frente a la forma superficial con que la palabra chamán se utiliza en nuestro mundo moderno, donde subre-simplificación superficial parece ser la regla. Hoy en día, casi cualquiera que haya leído un poco sobre el conocimiento indígena o participado en talleres sobre el chamanismo, se siente tentado a presentarse él mismo como un «chamán» con el fin de vender una imagen que puede ser admirada por los demás.
En mi trabajo, dando conferencias y seminarios a líderes alrededor del mundo durante tanto tiempo, muchas personas, en las organizaciones deonde me invitan a impartir talleres, o bien durante entrevistas con los medios de comunicación, tratan consantemente de «vestirme», con el título de «chamán». Nunca he aceptado eso, porque conozco a los chamanes verdaderos y su ofrenda de toda una vida de servicio para reflejar al espíritu, sin rastro alguno de importancia personal en lo que hacen. Debido a eso, yo nunca me atrevería a ponerme en el mismo nivel de aquellos hombres y mujeres de pies descalzos. Soy consciente de que al renunciar a presentarme como chamán, mi público no será tan grande, porque no estoy dispuesto a participar en el baile de máscaras, fingiendo ser un chamán o un «nagual» para que otros me admiren. En mi opinión, la mayoría de las veces lo que está detrás de la necesidad compulsiva de usar los títulos es la importancia personal y los intereses comerciales.
La compulsión de presentarse uno mismo como «el elegido» delante de los demás ha hecho mucho daño, tanto para esos que se presentan como «iluminados» como para sus seguidores. Sé que esos títulos son convenientes para la comercialización y aumentar las ganancias económicas, pero para mí, la libertad tiene un valor más preciado.
Al final, todos moriremos del modo que corresponde a la forma en que vivimos. La muerte no se deja impresionar por nuestros títulos. Los chamanes en el mundo real, no son aquellos que se enriquecen tomando el dinero de sus «aprendices». Por el contrario, por lo general suelen ser más pobres que los habitantes de su comunidad, porque tienen el doble de trabajo: el del campesino que se gana la vida trabajando la tierra y el del chamán-sanador, que no tiene un sueldo del que pueda depender para vivir. Por lo tanto, sus propias necesidades materiales ocupan un lugar secundario, en relación con su tarea sagrada.
Por supuesto, los chamanes de la vida real no son como los perfectos maestros indígenas de los libros. En tiempos difíciles sus cuerpos sangran, sus corazones sufren, sus hijos se enferman y sus almas lloran. Pero la mayor parte del tiempo estan serenos y rien con facilidad. Los chamanes indígenas en el mundo real se enfrentan a la violencia de una época en que todo su mundo está siendo devorado por la codicia sin límites del hombre blanco. Y ellos resisten. Ellos están luchando para sobrevivir y mantener vivo el tesoro de su tradición espiritual. No sólo para ellos, ni siquiera sólo para sus hijos, sino para el mundo entero. Tú y yo incluidos. Lo que los hace tan valiosos para la humanidad es que ellos realizan el milagro de elevarse a sí mismos y a su pueblo, desde entre las dificultades de la miseria y la soledad existencial en el que vivimos, hasta llegar a ser uno con la fuerza más extraordinaria del universo: la fuerza innombrable; el Gran Espíritu. Y lo más extraordinario es que ellos alcanzan ese milagro de recuperar la unidad perdida, al mismo tiempo que están luchando por sobrevivir a condiciones de pobreza extrema.
Son seres humanos, al igual que tú y yo. Se enfrentan cada día y luchan con el mundo material, al igual que tú y yo. Sin embargo, son capaces de elevarse desde el dolor y la confusión del mundo material, para alcanzar el Espíritu, y ser uno con Dios.
Y la gran noticia es que lo que ellos hacen, lo podemos hacer también nosotros. Ellos nos están mostrando el camino, pero es nuestra responsabilidad el realizar el milagro por nosotros mismos en nuestra propia vida. Mi experiencia con el chamanismo me ha demostrado que la tarea del chamán tiene poco que ver con el logro de metas individuales. Los chamanes no están haciendo lo que hacen simplemente como un asunto personal. Ellos están participando, junto con su comunidad, en la tarea de recordar y mantener vivo el medio para retornar al Espíritu y vivir en armonía con él.
Al conjunto de procedimientos y prácticas eficientes que usan para alcanzar las esferas del Espíritu se le llama «tradición», lo que no significa un cuerpo de creencias, sino un cuerpo de prácticas. Estas prácticas son tan eficaces para llevar a la gente al otro lado de su propia conciencia, que yo les llamo «tecnología chamánica para la salud y la libertad».
Ahora, vamos a cambiar el enfoque desde el chamán como persona individual, hasta la experiencia chamánica como una posibilidad para todos. Mientras que el chamán es una persona específica, con una función específica en el momento mágico de los rituales y ceremonias, la experiencia chamánica es vivida y compartida por todos los individuos involucrados en el evento. En este sentido, la experiencia chamánica es a la vez individual y colectiva y por lo tanto está abierta a todos los miembros del grupo, siempre y cuando sigan los procedimientos adecuados.
El objetivo de la experiencia chamánica es llevar a los participantes de nuevo a la unidad perdida con la fuerza indescriptible que anima y sostiene todo en el universo. Los polos opuestos: lo sagrado y lo mundano, el espíritu y la materia, el yo y «lo que hay ahí fuera» todo se vuelve uno durante la experiencia chamánica. Nuestros dos lados internos, tonal y el nagual, se unen nuevamente y experimentamos la unidad de nuestra naturaleza dual. La meta de la experiencia chamánica; que es la la recuperación de la unidad o los dos lados tonal-nagual, es la promesa secreta escondida en el símbolo tolteca de Quetzalcoatl; la serpiente emplumada.
La serpiente representa lo que se arrastra, el tonal, el mundo material. El águila representa lo que vuela, el nagual, el Espíritu. Pero a diferencia del símbolo azteca donde el águila está devorando a la serpiente [1], en el símbolo tolteca, el águila no mata a la serpiente, sino que se convierten en uno: la serpiente emplumada, la unidad de espíritu y materia, el equilibrio entre tonal y nagual.
La experiencia chamánica es importante para nosotros, los miembros de las sociedades urbanas modernas, no por el hecho de que podría ser emocionante o divertido convertirse en un chamán. La experiencia chamánica es mortalmente importante porque debido a que nuestra falta de los medios adecuados para re-conectarnos con el Espíritu, es la causa principal del continuo proceso de auto-destrucción, el que constantemente nos sumergimos, tanto individual como colectivamente.
Necesitamos prácticas chamánicas que resulten apropiadas para nuestro tiempo y nuestra sociedad actual. No se trata de imitar ciégamente los rituales y procedimientos de los pueblos indígenas o vestirse como ellos. El chamanismo y la tradición son una serie de prácticas y técnicas para manipular la percepción y desarrollar la conciencia. Sin embargo, la expresión específica de estas tecnologías debe estar siempre de acuerdo con las características específicas de las personas que los van a utilizar. Esto significa que mientras que las prácticas chamánicas de los pueblos indígenas deben estar relacionadas con las características de su modo de vida como campesinos que viven en estrecho contacto con la naturaleza, nuestras propias prácticas chamánicas deberían estar relacionadas con el tipo de mundo y la vida que tenemos en las ciudades modernas.
Nuestro esfuerzo en la AVP, «La Nueva Toltequidad,» ha sido el desarrollo de métodos y procedimientos para la gente del mundo moderno; para que puedan hacer por sí mismos el «salto chamánico» al otro lado de sí mismos y al otro lado de la realidad . La razón de este viaje a través de la experiencia chamánica es porque no puede haber salud sin estar completos. Sólo mediante la recuperación y la integración de las experiencias que corresponden a nuestra naturaleza de seres dobles, podríamos llegar a lo que constituye nuestro derecho natural: el poder, la salud y la libertad. Debido a esto, mi trabajo de todos estos años ha sido tratar de crear un puente entre las experiencias chamánicas mantienen se mantienen vivas entre los pueblos indígenas y la experiencia de nuestras sociedades modernas.
Estoy convencido de que la gran enfermedad de nuestro tiempo es la falta de experiencias en las que podamos recordar y revivir nuestra conciencia oculta, el otro yo, y la conexión sagrada que tenemos con todo lo que nos rodea.
[1] El símbolo azteca se puede ver en el escudo de la bandera mexicana: un águila devorando una serpiente sobre el nopal de las tunas coloradas. Los Aztecas representan 200 años de la historia del México prehispánico, que comienzan en 1325, cuando fundaron su capital de México-Tenochtitlan, hasta 1521, cuando los españoles comenzaron la destrucción de su mundo.